martes, 24 de mayo de 2011

Psicología y temperamento de Jesús.(4ta parte)

  • Fiel a su misión: por eso rechazó las propuestas de Satanás en el desierto. Por eso rechazó la propuesta de la gente para hacerle rey temporal. Por eso rechazó la propuesta de Pedro de quitarle la cruz y el sacrificio. Por eso, al final de su vida pudo decir: "Todo está cumplido".


  • Espíritu sincero y auténtico: en Cristo no cabían las mañas, la manipulación de la gente, el engaño, las palabras de doble sentido, la trampa.
     Por eso, luchó a muerte contra el espíritu doble e hipócrita de los fariseos, a quienes trató duramente. No aguantaba la mentira. Por eso dijo: 
    "Vuestra palabra sea sí o no...no se puede servir a dos señores...la lámpara de tu cuerpo es tu ojo". Jesús no tenía máscaras. Era transparente: por eso lloraba, sentía tedio y temblor, se compadecía, se enojaba...No era un estoico. Nada tenía postizo. Por eso, desenmascara las trampas de los fariseos: "Mostradme el denario...dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios".




  • Espíritu realista, no idealista: Jamás se oyó decir de Cristo que tuvo éxtasis, es decir, momentos en que perdía el control de los sentidos, por estar en contacto con el mundo sobrenatural.
     Nunca se desconectó del mundo sensible. Nunca estuvo fuera de sí, como estuvo san Pablo o santa Teresa o san Juan de la Cruz, a quienes Dios les concedió estas gracias especiales.
     Jesús era realista. Vivía a la intemperie. Nunca estuvo enfermo. Esto nos demuestra que tuvo un equilibrio orgánico y psíquico a prueba de todo. Quien anda en éxtasis se siente descoyuntado, molido, con dolores musculares y orgánicos.
     Jesús vivía en la realidad. Y esa realidad era dura. Tanto que le creaba tensión con su misión: 
    "Tengo que recibir un bautismo de sangre...las raposas tienen madriguera...vamos a Jerusalén". Jesús no fue un idealista ni un soñador. Pisa en tierra firme: "Dadles de comer...estoy conmovido". No es un sonámbulo. No tiene espasmos nerviosos. No tenía sugestiones ni fanatismos.
     Jesús nada tiene de rarezas. Por eso, come, bebe, echa en cara, discute, reza, motiva, llama la atención, se enoja.
     Sus mismas parábolas demuestran este espíritu realista: pescadores escogiendo los peces buenos; los agricultores sembrando la buena semilla; los obreros esperando en la plaza el contrato del día; la reacción de los que trabajaron más contra los más favorecidos; la preocupación de la mujer que perdió una dracma en la casa; la súplica de la mujer ante el juez inicuo; los amigos importunos que van de noche a pedir pan al amigo; el rico que no se preocupa del pobre; los fariseos que en las plazas hacen todo para ser vistos; la madre que va a dar a luz; los lirios del campo; los que entran al banquete sin llevar vestido de etiqueta... ¡Qué ojo tan realista y observador! Nada se le escapa. Con sus parábolas podríamos reconstruir el medio ambiente social de su época.
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