lunes, 23 de mayo de 2011

Psicología y temperamento de Jesús.(3ra parte)










  • ¿Qué características podemos entresacar del temperamento de Jesús, a la luz del Evangelio?









  • Espíritu equilibrado: a pesar de que su vida se desarrolló en un ambiente de lucha y fricción, dado que su mensaje era innovador y chocaba constantemente contra las clases dirigentes de entonces, que le consideraban intruso, Jesús les desenmascara terriblemente, con espíritu decidido, costase lo que costase.

    Y lo hace con espontaneidad, equilibrio, naturalidad, sinceridad...pero también con tono y palabras punzantes, con argumentos contundentes y serenos, hasta el punto que nadie se atreve a echarle mano (Jn 7, 45).

    Cuando quisieron sus paisanos despeñarle, con toda naturalidad pasa en medio de ellos, sin nerviosismo ni excitación. En su vida no hay bruscas alternativas, ni depresiones nerviosas ni rectificaciones de conducta o de doctrina. Este equilibrio y serenidad es reflejo de una armonía y equilibrio de su alma segura y centrada en torno a una misión superior.

    Dice un autor de él: 
    "Hombre verdaderamente completo, hombre de un tiempo y de una raza apasionada de la que no rechazó sino las estrecheces de miras y errores. Tiene sus entusiasmos y sus santas cóleras. Conoce las horas en las que la fuerza viril se hincha como un río y parece desbordarse. Pero siempre permanece lúcido: nada de exageración, de pequeñez, de vanidad, ningún infantilismo, ningún rasgo de amargor egoísta e interesado. Agitadas, temblorosas, las aguas permanecen límpidas" (Grandmaison).

    En sus desahogos de cólera, su centro es el celo de su Padre, que es el centro de su alma. Es una reacción en defensa de los intereses superiores del Reino de Dios. No busca sus intereses personales.











  • Espíritu lúcido y voluntad decidida: lucidez, pues sabía a qué había venido, conocía bien el plan que su Padre le había trazado. Lúcido en su hablar y predicar. No desvariaba, no perdía la memoria. Su hablar era coherente, reflexivo y brillante. Y al mismo tiempo, tenía una voluntad decidida. Nada de blandenguería, ni voluntad enfermiza o débil. Voluntad decidida, demostrada en términos tajantes: "Si tu ojo...si tu mano...córtatelos".... "Dejad a los muertos enterrar a los muertos"...."Dejen todo y síganme". Fue esta voluntad decidida, la que hizo que algunas veces los apóstoles no se atrevieran a preguntarle...estaban como sobrecogidos y con temor, a veces. ¡Qué decisión la de Jesús: "Que nunca salga fruto de ti"!
    (cont.)










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