Pastor Daniel Catarisano Enfoque a la Familia U.S.A.
¿Cuál es su definición del amor? Esta pregunta puede responderse desde dos perspectivas diferentes: La emocional y la intelectual. Si usted escoge la perspectiva emocional, tal vez este dicho-trabalenguas defina su respuesta: “El amor es una sensación que se siente, cuando se siente una sensación que nunca se sintió.” Escuché este dicho hace muchos años, y aunque me causó gracia, como tal vez le causó a usted, pensándolo bien me di cuenta que presenta una definición incompleta del amor.
El amor es mucho más que una sensación. En todo caso, la “sensación que se siente” es una emoción agradable, digna de disfrutar, pero no es siempre fiable. El amor es mucho más que eso. El amor –y especialmente el amor matrimonial—es un compromiso de por vida. ¡Cuántos matrimonios se relacionarían mejor si aceptasen este concepto del amor! Porque, ¿qué ocurre si las sensaciones se diluyen con el tiempo o los conflictos? ¿Entonces se acabó el amor? Esta es la razón por la cual muchos matrimonios llegan al divorcio; por aquello tan famoso de “diferencias irreconciliables.” En realidad, lo que ocurre es que sus diferencias –y todos las tenemos- han afectado negativamente sus emociones. Este declive produce que los razonamientos lógicos, la humildad y el ajuste paulatino de las personalidades sean ignorados, para dar lugar a reacciones negativas. Si el ciclo continúa, entonces se llega a lo que conocemos como “diferencias irreconciliables.”
Estoy tratando de demostrarle que el amor no es simplemente una sensación, ni depende de ésta. Otra de las razones por las cuales muchas parejas se divorcian, es porque cuando las emociones que sentían por su pareja disminuyen, entonces creen que “se acabó el amor” y se “enamoran” de otra persona buscando revivir la sensación. ¡Nada más lejos de la verdad! En todo caso, es necesario buscar la ayuda de Dios para que vuelva el gozo en el matrimonio, y como resultado, las buenas emociones.
La segunda perspectiva, la intelectual, dice que el amor es un conjunto de reacciones que se relacionan con la inteligencia emocional. (Lo siento, no sé ningún dicho para este caso). Aunque esta definición parezca ignorar las emociones, sin embargo, también las incluye, pues las “reacciones” a las cuales se refiere son reacciones emocionales. La diferencia entre las dos perspectivas, es que la intelectual reconoce, al menos hasta cierto punto, que Dios nos ha creado con la capacidad de manejar nuestras emociones, mientras que la perspectiva emocional fija su interés en las emociones en sí.
¿Cuál sería, entonces, la perspectiva correcta para definir el amor? Lo mejor que podemos hacer es recurrir al autor del amor: Dios. En su Palabra, Dios define el amor claramente: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser. (1ª Corintios 13. 4-8). El amor es, en síntesis, la medida de todas las cosas. Cuando estemos en la presencia de Dios, él no nos preguntará cuánto supimos ni cuánto tuvimos; pero sí señalará cuánto hemos aprendido a amar a otros como él nos amó.
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