Perdonar es la manifestación más alta del amor y, en consecuencia es lo que más transforma el corazón humano. Por eso, cada vez que perdonamos se opera en nosotros una conversión interior, un verdadero cambio al grado que San Juan Crisóstomo llega a decir “nada nos asemeja tanto a Dios como estar dispuestos al perdón”.
Mientras un apersona está dominada por el resentimiento, mira al otro con malos ojos por los prejuicios que el odio y el rencor le dictan. Al perdonar, nace un sentimiento nuevo y la mirada se clarifica, desaparecen los prejuicios, y se puede ver a los demás como realmente son, descubrir y valorar sus cualidades, que hasta entonces estaban ocultas.
Si los resentimientos son los principales enemigos para las relaciones con los demás, el perdón permite recobrar el tesoro de la amistad o recuperar el amor que parecía perdido. ¡Qué doloroso resulta perder a un amigo, por la sencilla razón de que no se cuenta con la capacidad para perdonar alguna ofensa! Y qué frecuente es que el amor entre dos personas decaiga porque cada uno va acumulando, llevando cuentas de las ofensas recibidas, en lugar de pasarlas por alto y perdonarlas. El perdón mantiene vivo el amor, lo renueva, y evita la pérdida de la amistad que es uno de los dones más valiosos en esta vida.
El perdón produce grandes beneficios, tanto a nivel personal como en relación con los demás y con Dios.
1. Aceptación serena de ti mismo: en nuestro interior se opera un estado de paz interior que por sí misma es liberador; el organismo ya no está atado, es libre, puede pensar y actuar como es debido, como todo ser auténticamente libre.
2. Dispone el corazón a la vivencia de la caridad que tiene sus expresiones más concretas en
Caridad interna
• Bondad de corazón: aceptar a cualquier persona independientemente de lo que yo sienta por ella, silenciar sus errores, ponderar sus cualidades y virtudes. Alegrarme por sus éxitos.
• Pensar bien de los demás: contrarrestar la tendencia natural del dicho popular “piensa mal y acertarás” con una actitud cristiana, es decir, “cree todo el bien que se oye, no creer sino el mal que se ve y aun ese mal, saber disculparlo”.
• Donación universal y delicada
Caridad externa
• Benedicencia: hablar siempre bien de los demás, descubrir y alabar lo bueno y disculpar lo malo
• Evitar la crítica, la murmuración y la burla.
• Servir desinteresadamente
• Colaborar generosamente
• Dar sin medida, sin buscar recompensa
• Tratar bien a todos: con aprecio, respeto, bondad y sencillez.
3. La paz interior que se expresa en
Paz con Dios: saberme y sentirme hijo querido del Padre, entregarme filialmente a Él.
Paz con los hombres. Quien se sabe en paz con Dios puede lanzarse a la ardua tarea de buscar paz con los hombres. Que los que viven en contacto conmigo sepan que nada tienen que temer de mí. Que no vean un rival, sino un amigo; no un obstáculo, sino una ayuda en su camino.
Paz conmigo mismo: aceptarme a mí mismo, mi pasado, admitir mis debilidades y, una gran paciencia hacia mí mismo, todo eso hace imposible la paz. Y es difícil estar en paz con Dios y los demás, si en mí mismo no hay unidad.
Paz con el mundo entero, con toda la creación. Paz cristiana que ama la naturaleza, porque es obra de Dios, y se encuentra a gusto en el mundo, porque es la casa del Padre Dios. Paz que todo lo abarca y todo lo lleva hacia su destino final en el corazón de Dios.
4. La felicidad
La paz del corazón es la única paz que trae la felicidad, y esa paz del corazón es un don de Dios.
5. La experiencia del amor misericordioso de Dios
Cuando perdonamos a quienes nos ofenden, nos ponemos en condiciones de ser perdonados por Dios. También el perdón divino es la manifestación más explícita de su amor por nosotros. Por tanto al perdonar nos abrimos al amor de Dios, que a su vez es la fuente de nuestro propio amor hacia él. En la medida en que nos sabemos y nos sentimos amados por Dios, nos movemos a amarle, deseando corresponderle, y así es como concretamos nuestra llamada a la santidad que él hace a todos los hombres.
¿Dónde se realiza este encuentro con la belleza del perdón de Dios?
Nos serviremos de la carta pastoral del arzobispo Bruno Forte “confesarse, ¿Por qué? La reconciliación es la belleza de Dios”.
Confesarse, ¿por qué?
La reconciliación y la belleza de Dios
Carta para el año pastoral 2005-2006
Tratemos de comprender juntos qué es la confesión:
si lo comprendes verdaderamente, con la mente y con el corazón, sentirás la necesidad y la alegría de hacer experiencia de este encuentro, en el que Dios, dándote su perdón mediante el ministro de la Iglesia,
crea en tí un corazón nuevo, pone en ti un Espíritu nuevo, para que puedas vivir una existencia reconciliada con Él, contigo mismo y con los demás, llegando a ser tú también capaz de perdonar y amar,
más allá de cualquier tentación de desconfianza y cansancio.
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