lunes, 28 de enero de 2013

¿Cómo hacer Apologética?:



La Apologética, debido a su naturaleza defensiva, tiene una dificultad de origen: el peligro de la agresividad. Responder a los que atacan sin recurrir a sus métodos no es fácil y, sin embargo, ahí reside buena parte de la fuerza católica: no hacer el mal a quien nos hace el mal, no responder con insultos a los que nos insultan, no pagar a nadie con la misma moneda del odio con que ellos nos pagan. La Apologética, pues, tiene que estar dominada siempre por la paz, por la exposición pacífica y razonada de argumentos, de datos, de testimonios, de experiencias vitales. Como toda defensa –basta con pensar en lo que es un partido de fútbol-, su primer objetivo es que los fieles católicos no tengan la impresión de que sus planteamientos de fe o de moral son ridículos, anticuados e incluso irracionales -volviendo al símil del partido de fútbol, el primer objetivo es que no te metan goles-, evitando así la fuga de esos fieles a las sectas o al laicismo ateo. Sólo en un segundo momento –que hay que procurar que llegue- se intentará convencer al que ataca de que nuestro planteamiento es mejor que el suyo –se intentará meter un gol en la portería contraria-. Así, pues, la Apologética tiene dos objetivos: uno dirigido a los propios católicos, para reforzar sus convicciones y ayudarles a que las defiendan con los necesarios recursos intelectuales, y otro dirigido a los enemigos de la Iglesia para hacerles ver que no tienen razón y que los planteamientos de la Iglesia son más correctos, más humanos, más verdaderos que los suyos.
 
El carácter defensivo de la Apologética exige –salvo que se quiera ir a una especie de suicidio anunciado- que se establezcan unas mínimas reglas de juego en el debate. Una de ellas es la racionalidad de los argumentos y la exclusión de la agresividad. Otra –por ejemplo, de cara al diálogo con las sectas- es la utilización de unos instrumentos aceptados por todos, como es el caso de las traducciones bíblicas. Así mismo, es preciso dejar claro que los juicios sobre los hechos históricos deben hacerse a la luz de los criterios de valoración moral que había cuando esos hechos se produjeron y no a la luz de los criterios que tenemos hoy –como cuando se tratan temas como el de la Inquisición o las Cruzadas-. También hay que dejar claro que los comportamientos erróneos de algunos miembros de la institución no deben ser achacados al conjunto de los que pertenecen a ella, salvo que procedan directamente de sus enunciados teóricos –si la Iglesia predica la castidad y un cura comete un pecado de pederastia, la Iglesia no es responsable-. A la vez, hay que pedirle a los que atacan que acepten que ellos pueden ser, a su vez, atacados -como cuando se le plantea a un laicista que se burla de la fe en la existencia de Dios la existencia en él de una incongruencia al no poder demostrar que Dios no existe-.

www.frmaria.org
 

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