domingo, 7 de agosto de 2011

El Noviazgo (parte 1)

Autor: P. Jorge Loring | Fuente: Para Salvarte

Defiende con entereza tu castidad, y haz de tus amores la más bella e ilusionada historia que un día puedas ofrecerles a tus hijos, sin tener nada que ocultarles, ni nada de qué avergonzarte.
El noviazgo


Los novios deben tratarse íntimamente.
Pero en este trato íntimo y con confianza no han de permitirse ciertas «confianzas» ni «intimidades».
Es más, deben ser muy discretos en permitirse ciertas 
manifestaciones amorosas, si no quieren manchar sus relaciones de pecados. No puedes permitirle a tu cariño muchas cosas que él te pide con fuerza.

Es necesario que aprendas a llevar tu noviazgo con la austeridad que exige el Evangelio.
Es muy importante que te propongas firmemente llevar tu noviazgo en gracia de Dios.
Eso será atesorar bendiciones del cielo para el matrimonio.

En cambio, si siembras de pecados el camino del matrimonio, ¿puedes esperar con confianza que Dios os bendiga después?

«En los muchísimos casos de matrimonios desgraciados, con graves problemas, he tenido la curiosidad de preguntar cómo les fue en el noviazgo. Hasta ahora ni un solo caso ha desmentido esta ley inexorable: fueron noviazgos con grandes descuidos morales y con enormes lagunas en su preparación».(49)

Que tus relaciones sean cariñosas, 
pero castas.
Que tus manifestaciones de cariño sean limpias.
Todas las condescendencias que tengáis en el noviazgo con la pasión impura, han de redundar, tarde o temprano, en perjuicio de vuestra verdadera y perdurable felicidad.

Cuando unos novios viven un amor sucio, después les amarga.
En cambio, unos novios que han luchado por vencerse y mantener unas relaciones puras, tienen una ilusión, una felicidad y un amor muchísimo mayores. La experiencia de la vida confirma esto continuamente.

«Todos los esfuerzos que hayan realizado -solos o en común- para respetar las exigencias de la castidad antes del matrimonio, les ayudarán poderosamente a respetar más tarde todas las exigencias de la castidad en el matrimonio. Se cosecha lo que se sembró. Todo esfuerzo en este punto tendrá un día su recompensa».(50)

«He visto a menudo novios que estaban muy a gusto el uno junto al otro, se abrazaban largamente y a cada instante..., y en el momento de su matrimonio estaban ya cansados.
»Nosotros nos acariciamos de vez en cuando, y muchas veces nos cogemos simplemente de la mano.
»Tal vez alguien nos crea tontos, pero yo creo que así somos más felices.
»Todo es fresco entre nosotros.
»Nada está enmohecido.
»Nuestra posibilidad de felicidad no está embotada, ni lo estará jamás...
»Estoy seguro que el respeto es el guardián de la felicidad de los esposos.
»Los hogares duran en proporción inversa a las concesiones pasionales que los precedieron.
»Cualquier cosa que se usa sin medida y sin control acaba hartando»(51)

En el noviazgo todo se ve con luz alegre y radiante, y es necesario saber que el Sol todos los días se pone tras las montañas.
La vida del matrimonio no es lo mismo que la del noviazgo, ni el noviazgo puede ser lo mismo que el matrimonio.
Por eso debes tener 
mucha cautela en tus manifestaciones de amor.
Los novios todavía no son esposos.
Muchas cosas que entre esposos son perfectamente lícitas, entre novios son un pecado o por lo menos un peligro de pecar.
Las manifestaciones de cariño deben evitar una excitación sexual.
La excitación tiende a la satisfacción completa.
Es muy difícil que los novios que no son prudentes en sus manifestaciones de amor, permanezcan en el límite de las intimidades lícitas.
Una caricia lleva a otra mayor; y es preferible renunciar a la lícita antes que arriesgarse a caer en la que es pecado.
Para que las caricias sean ciertamente inofensivas, conténtate con que sean breves, delicadas y tan sólo «de los hombros para arriba, bajando sólo por el brazo».

«Se debe amonestar lo más seriamente posible al cristiano acerca del peligro de jugar con la sexualidad».(52)
Los novios, como todos los demás solteros, pecan gravemente si con sus mutuas caricias se provocan voluntariamente un deleite carnal; o se ponen, voluntariamente y sin necesidad, en peligro próximo de provocarlo. Y en las excitaciones sexuales involuntarias, tienen obligación de resistirlas y no consentir en ellas.

«Es evidente que antes del matrimonio 
no tendrían que darse ciertas intimidades y confidencias sexuales (caricias íntimas, etc.), dado que por su misma naturaleza conducen a la relación completa».(53)
El amor es insaciable; siempre pide más.
A veces, las barreras morales le cortan el camino, pero él quiere saltar por encima de todo.
Por eso hace falta que la razón controle el amor para mantenerle en la línea de la moralidad.

Los novios todavía no están casados.
Su amor les lleva al deseo de la entrega total, pero todavía no tienen ese derecho.
Sería como dar la absolución sacramental el que todavía no ha sido ordenado de sacerdote.

(cont)

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