lunes, 10 de febrero de 2014

A PROPOSITO DE HAWKINGS


Autor: Francisco Javier GARCÍA, catedrático de Química. Universidad de Oviedo.
De vez en cuando nos sorprenden las declaraciones de un eminente científico sobre temas que no son de su competencia, en esta ocasión se trata de un físico negando la existencia de Dios. Que en estos tiempos alguien diga que Dios no exista no es noticia, si lo es, en cambio, que lo haga un científico de renombre. Para la mayor parte de la gente la fuerza del argumento se basa en la persona que lo dice, o mejor dicho, en su sabiduría. Sin embargo, en esta ocasión sus grandes conocimientos científicos no son relevantes y trataré ahora de ver por qué.
En la antigüedad los más grandes sabios escudriñaban todas las áreas del conocimiento humano. Un buen ejemplo sería Aristóteles que escribía tanto de botánica como de metafísica. Un ejemplo más cercano sería San Alberto Magno que se interesaba tanto por la teología como por la química del momento (alquimia). Mas tarde, aproximadamente en tiempos de Galileo, los saberes empezaron a separarse más o menos nítidamente. En efecto, hacia esa época comenzó a desarrollarse la ciencia tal como la entendemos hoy y que se caracteriza por el estudio de aquella parte de la realidad que se puede medir y que puede ser descrita matemáticamente. El resto de la realidad, la que no se puede medir quedó en manos de la filosofía. La verdad es que tal separación llevó a un éxito espectacular de la ciencia, especialmente a partir de Newton, que además de físico era un excelente matemático.
Naturalmente, eso no quiere decir que ambas ramas del saber se ignoren, baste recordar que la filosofía de Kant trata de dar cuenta de la física de Newton. Asimismo son conocidas las reflexiones de los filósofos sobre la metodología científica, lo que se conoce como filosofía de la ciencia. Pero ni los filósofos suelen cuestionar la validez de los descubrimientos científicos ni los científicos suelen ir muy lejos en filosofía.
Volviendo a las declaraciones de Stephen Hawking, hay que insistir en que Dios cae en aquella parte de la realidad que no se puede medir y que, por tanto, no es objeto de la ciencia. Por eso no es de extrañar que haya una lista importante de científicos que creen en Dios y otra lista igualmente importante de científicos que no creen en Dios. Un eminente físico puede manifestar lo que piensa sobre cualquier tema de su interés, lo que no puede pretender es que su opinión fuera del campo científico tenga más valor que la del promedio de gente culta.

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