miércoles, 18 de septiembre de 2013

Siria y la fuerza de la oración



Autor: Josep MIRÓ, laico
Cuando todo parecía consumado, y el ataque americano a Siria un hecho inexorable, una cadena de acontecimientos imprevistos ha abierto una ventana a la no agresión, y quizás constituya un primer paso para la paz.
En su periplo para formar una alianza favorable a su ataque, John Kerry visitó Londres y, en el transcurso de la rueda de prensa y de manera improvisada y "retórica", según sus asesores, dio un ultimátum a Siria para que entregara su arsenal químico en el plazo de una semana si quería evitar la intervención bélica. 
Evidentemente, en esta improvisación no había ninguna voluntad de rectificar lo previsto, entre otras cosas porque este miércoles el Senado norteamericano tenía que debatir el apoyo a la iniciativa del presidente. 
Un debate, sea dicho de paso, que ha quedado pospuesto como consecuencia de los sucesos que siguieron a la improvisación de Kerry. 
De una manera muy rápida, el ministro ruso de Exteriores, recogiendo las palabras de Kerry al vuelo, reaccionó y lanzó a la opinión pública la oferta de que Estados Unidos no atacara a cambio de que Siria aceptara el control de todo su arsenal químico. Rápidamente, el ministro sirio que estaba de visita en Moscú aceptó esta proposición y también, a gran velocidad, el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, se ofreció para respaldarla desde el Consejo General de Naciones Unidas. Finalmente, Obama ha aceptado una negociación sobre aquel país.
Es evidente que las espadas están todavía en alto y que no hay nada cerrado. Pero el cambio de escenario ha sido radical y, además, absolutamente imprevisto. 
Hace bien pocos días que Putin y Obama se vieron durante cuarenta minutos con motivo de la reunión del G-20 y, evidentemente, esta idea no afloró por ninguna de las partes. 
Ha brotado de pronto, como una fuerza que no ha surgido de ninguna racionalidad humana, empezando por la del improvisador Kerry. 
¿Casualidad, azar, cuántos nombres tiene la Providencia? 
La fuerza de la oración que pidió el Papa Francisco es más grande, mucho más, de lo que piensa un irracional mundo que se autodenomina racional. 
¿O es que se creen, nos creemos, que estamos ahí los católicos y la Iglesia, después de más de 20 siglos, a pesar de nuestros múltiples pecados, a causa de nuestros aciertos? 
Seguimos ahí como piedras vivas, como una construcción que crece y actúa por la fuerza del Espíritu Santo. Esta es nuestra gran capacidad. Este es el impulso poderoso de un viento que solo se capta cuando las velas de nuestras conciencias se despliegan en el sentido de su empuje. Una vez más, la fuerza de la oración.

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