miércoles, 20 de febrero de 2013

El matrimonio es entre una mujer y un hombre


 

Autor: Carlos ÁLVAREZ, abogado
Quinientas mil personas, al grito el matrimonio es sagrado, el pasado domingo 13 de enero, marcharon por las calles de París, Francia, convocados por “Civitas” y otras asociaciones católicas, con presencia de familias enteras, personas individuales, sacerdotes católicos visiblemente identificados (sin perjuicio que el Cardenal Ving-Trois aclaró que esta no era una marcha de la Iglesia contra el Estado) y también personas de orientación homosexual que se oponen al proyecto de ley del gobierno Hollande.
La marcha no fue una expresión de homofobia sino al contrario, de reafirmación de la unión matrimonial natural entre hombre y mujer, constitutiva de la familia.
Que esta marcha haya sido en Francia es doblemente satisfactorio, sobre todo por el fuerte laicismo que impera en ese país que ha llevado a la pérdida de valores como es el de la familia, exacerbándose la libertad individual y el egoísmo.
En una sociedad democrática los cristianos y demás personas de buena voluntad tienen todo el derecho del mundo de expresar sus convicciones libremente y con respeto para las demás personas. Sabido es que la doctrina de la Iglesia Católica, expresada en su Catecismo, dice que debe respetarse en grado sumo a toda persona, por lo que, quienes tienen orientación homosexual no son excepción a dicha regla. Ello no obstante, la Iglesia, experta en humanidad, tiene todo el derecho del mundo derivado de su misión, de recordar cuál es la naturaleza del hombre, que nace, crece y se hace persona dentro de una familia constituida por varón y mujer.
Ahora bien, pero el tema de la ley natural y su respeto no es patrimonio de credo religioso alguno sino que puede llegarse a través de la simple razón a conocer y respetar la misma. Si bien los cristianos en cuanto ciudadanos, tienen el derecho de manifestar libremente sus convicciones, no debiendo de soportar acoso alguno del relativismo laicista, este tema del matrimonio como el del aborto, son cuestiones de ley natural y el respeto a la vida y a la familia formada por varón y mujer debería de estar en todas las legislaciones nacionales positivas sencillamente porque se derivan de la recta razón. Vale la pena aclarar esto para que no se diga, como se dice, por los relativistas, que la ley tiene autonomía de la religión en un Estado laico, lo cual es cierto pero siempre y cuando ellas respeten el orden natural impreso por el Creador en la naturaleza y apreciable por la razón humana.

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