lunes, 2 de abril de 2012

Domingo de Ramos: Soy yo el traidor

 Por eso os invito y os pido a todos, también a los que vayáis de vacaciones en estos días, que hagáis todo lo posible por participar en los Sagrados Oficios y por dedicar un tiempo diario a la meditación, especialmente a la lectura de los relatos evangélicos que nos narran lo que sucedió en aquellos trágicos y maravillosos días. Pongamos a Cristo ante nuestra mirada. Fijémonos en Él cuando está celebrando la Última Cena en el Jueves Santo, cuando está sudando sangre en el huerto de los olivos, cuando se encuentra colgado del madero de la cruz o cuando se le aparece resucitado a Magdalena y a los apóstoles. Metámonos dentro de lo que sucedió en esos días como si fuera la primera vez que lo contemplamos, como si estuviera sucediendo ahora y, sobre todo, como si estuviera ocurriendo sólo por mí. La sangre redentora del Hijo de Dios se derramó por todos los hombres, pero si sólo uno la hubiera necesitado, y si ese único pecador hubieras sido tú o hubiera sido yo, Él la habría derramado de igual modo. Personalicemos, pues, lo que sucedió. Digámonos: yo he sido el Judas traidor, yo he sido el Pedro que se duerme en el huerto o que le niega ante Caifás, yo he sido el soldado que le clava la lanza, yo el que se burla de Él mientras muere crucificado; su sangre ha sido derramada por mí, para el perdón de mis pecados, para que caiga de rodillas y le dé gracias por tanto amor, por tan inmerecido amor. Si lo hacemos así, ésta será una semana maravillosa, de la que saldremos renovados espiritualmente, fortalecidos, consolados, llenos de fuerza y entusiasmo para evangelizar, porque en el fondo evangelizar no es otra cosa más que decirles a los que nos rodean que Dios existe, que les ama, que les salva y que por el bien de ellos tienen que ponerse a amar a ese Dios tan bueno.



1 de abril de 2012

Estando a la mesa comiendo dijo Jesús: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo. Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro: ¿Seré yo? Respondió: Uno de los doce, el que está mojando en la misma fuente que yo”. (Mc 14, 18-20).


La Semana Santa se abre con el domingo de Ramos y, en esta fiesta tan alegre, se encierra ya la futura tragedia. Los mismos que un día aplaudieron cuando el Señor entró en Jerusalén son los que callan a los pocos días o, yendo aún más allá, cambian el significado de sus gritos para pedir que le crucifiquen después de haber gritado poco antes el himno de bienvenida del hosanna. Así es el hombre. Así ha sido y así sigue siendo. Los amigos de las horas de éxito desaparecen o incluso se tornan en enemigos cuando llegan los momentos malos.
Por eso debemos vivir la Semana Santa en una clave personal, intentando introducirnos en cada uno de los personajes que intervienen en la misma para descubrir nuestra similitud con ellos. Porque hay momentos en la vida en que nosotros somos el Cristo inocente y crucificado, mientras que hay otros –los más- en que somos el Judas traidor o el Pedro que niega conocer al Señor. Tampoco faltan, afortunadamente, instantes en que nos convertimos en el Cireneo que ayuda al que está aplastado por el peso de su cruz. Descubramos, pues, nuestra participación en la Pasión del Señor y que crezca nuestro amor a Él y nuestro deseo de evitarle todo tipo de sufrimiento. Lo conseguiremos en la medida en que nos demos cuenta de que Cristo ha sufrido y ha muerto por nosotros, por cada uno de nosotros, pues han sido nuestras traiciones y nuestros pecados los que le han llevado al Calvario.
Propósito: Cuando vea a alguien hacer el mal o dejar de hacer el bien, me preguntaré ¿Y yo qué?. Quizá no haga algo tan grave, pero es posible que sea peor lo mío aunque sea menor.

Padre Santiago Martin

No hay comentarios.:

Publicar un comentario