viernes, 5 de abril de 2013

La victoria de la luz


Autor: Santiago MARTÍN, sacerdote
"Entonces dijo Dios: hágase la luz. Y la luz se hizo" (Gen 1, 3).
Estas son, casi, las primeras palabras de la Biblia. La luz brilló en medio de la tiniebla e hizo retroceder al caos. Pero la tiniebla no estaba derrotada y volvió a la carga una y otra vez, desde el pecado original hasta nuestros días. Su poder fue aumentando, hasta que Cristo, la segunda persona de la Santísima Trinidad, la Palabra, se hizo carne. "En ella -dice San Juan- estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron" (Jn 1, 4-5). No la vencieron pero lo intentaron. Y a punto estuvieron de conseguirlo, cuando aquel viernes crucificaron y dieron muerte al Hijo de Dios. Sin embargo, el Todopoderoso tenía una baza guardada, que el señor de las tinieblas no pudo combatir: la resurrección del que había muerto, proscrito y torturado, como un malhechor, abandonado por casi todos. Esa fue la victoria definitiva de la luz, del bien, del amor, de la justicia. Eso es lo que celebramos los católicos en la noche santa de la Pascua, en la vigilia de la luz, cuando en medio del templo oscurecido se encienden, poco a poco, las humildes velas que toman su fuego del cirio que simboliza al Resucitado. Cristo ha vencido. El bien es más fuerte que el mal. El amor, más que el odio. El enemigo, el señor oscuro y príncipe de las tinieblas, sigue dando su batalla. Y gana escaramuzas. Y causa víctimas. Y no parará hasta el momento final. Pero él sabe, como nosotros lo sabemos, que tiene perdida la guerra, que la perdió definitivamente cuando el Hijo de Dios aceptó morir y cuando resucitó, por amor a los hombres.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario