viernes, 7 de septiembre de 2012

Milagro Eucarístico de Tumaco 1906


El 31 de enero de 1906, los habitantes de una pequeñísima isla del Pacífico sintieron a las 10 de la mañana un fuerte terremoto que duró alrededor de 10 minutos. Entonces, todo el pueblo corrió a la iglesia para suplicar al párroco, 
el padre Gerardo Larrondo y al padre Julián, que organizaran inmediatamente una procesión con el Santísimo Sacramento. Mientras tanto, el mar avanzaba, habiendo ya cubierto cerca de un kilómetro y medio del litoral, con la amenaza de formar una inmensa ola. El padre Gerardo, atemorizado, consumió todas las Hostias consagradas de la píside y conservó sólo la Hostia Magna. Luego, dirigiéndose al pueblo, exclamó: “!vamos, hijos míos, vamos todos a la playa y que Dios tenga piedad de nosotros!”. Sintiéndose seguros ante la presencia de Jesús Eucaristía, todos marcharon entre llantos y aclamaciones a Dios. 
Cuando el padre Larrondo  llegó a la playa, bajó valientemente a las orillas con la custodia en la mano. En el momento en que la ola estaba llegado, alzó con mano firme y con el corazón colmado de fe la Hostia consagrada y ante todos trazó el signo de la cruz. Fue un momento de altísima solemnidad. 
La ola siguió avanzando pero antes de que el padre Larrondo y el padre Julián se pudiesen dar cuenta, la población, conmovida y maravillada grito: “¡milagro, milagro!”. En efecto, como si hubiera sido detenida por una fuerza 
invisible y superior a la naturaleza, la potente  ola que amenazaba con borrar de la tierra al pueblo de Tumaco había iniciado su retroceso, mientras el mar regresaba a su nivel normal. Los habitantes de Tumaco, en medio de la euforia y la alegría por haber sido salvados de la muerte gracias a Jesús Sacramentado, daban muestras de ferviente gratitud. Por todo el mundo se supo del 
Milagro de Tumaco y el padre Larrondo recibió también del continente europeo numerosas cartas que pedían oraciones. 


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