Semana XXXIII del Tiempo Ordinario
18 de Noviembre de 2015
Todavía quedaba el más pequeño, y el rey intentaba persuadirlo, no sólo con palabras, sino que le juraba que si renegaba de sus tradiciones lo haría rico y feliz, lo tendría por amigo y le daría algún cargo. Pero como el muchacho no hacía ningún caso, el rey llamó a la madre y le rogaba que aconsejase al chiquillo para su bien. Tanto le insistió, que la madre accedió a persuadir al hijo; se inclinó hacia él y, riéndose del cruel tirano, habló así en su idioma: "Hijo mío, ten piedad de mí, que te llevé nueve meses en el seno, te amamanté y crié tres años y te he alimentado hasta que te has hecho un joven. Hijo mío, te lo suplico, mira el cielo y la tierra, fíjate en todo lo que contiene y verás que Dios lo creó todo de la nada, y el mismo origen tiene el hombre. No temas a ese verdugo. II Macabeos 7,1.20-31
Oración: Padre, oro por mis hijos. Me preocupa que el mundo los absorba de tal manera que olviden de donde vienen y que les he enseñado. Te pido les abras el corazón a cada uno de ellos, para que te conozcan. Aleja cualquier espíritu mundano que lo está alejando de Tí. Tu me los distes para ayudarlos a crecer en amor, y en fe. Me he esforzado mucho y he hecho todo lo que está en mis manos para educarlos lo mejor posible, para que te conozcan y te amen como yo a Tí. Me angustio por ellos y me arrodillo suplicándote cada día para que los protejas. Dales un corazón puro, lleno de amor a Tí para que se encaminen en la vida y puedan ser ellos también personas que cambien este mundo para bien. Que ellos y sus familias que formen sean ejemplo de vida de fe. Sálvalos!
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