miércoles, 12 de junio de 2013

Rezar es amar


Autor: Santiago MARTÍN, sacerdote

Para algunos, que se comportan como ateos aunque se dicen católicos, rezar es perder el tiempo, o desahogarse, o como mucho encontrar un consuelo que ayude a llevar los malos ratos de la vida. Para estos, rezar sólo es rezar.
Para la mayoría de los católicos, en cambio, a poca experiencia espiritual que tengan, rezar es mucho más que eso. Rezar es amar. El que ama reza y el que reza ama. Rezar es decirle a Dios de mil modos y en mil lugares lo mucho que se le quiere. Es decirle que se le adora, que se le agradece todo lo que ha hecho por cada ser humano. Rezar es pedir perdón. Rezar es pedir ayuda. Rezar es ofrecerse uno mismo al Señor para que, como María, pueda hacer con lo que quiera. Rezar es abandonarse en Él, confiar en Él, abrirse a su divina voluntad, reconociéndonos ante Él, el Todopoderoso, como lo que realmente somos: sus criaturas, sus hijos, sus siervos. Rezar es amar y, desde luego, el que ama reza y el que reza ama.
Por eso es tan importante rezar. No hay vida cristiana sin oración. Sin ella, sólo queda la soberbia del que cree que puede con todo y la frustración del que constata que casi no puede con nada. La oración es justicia, es humildad, es sabiduría, es fuente de paz, de consuelo, de alegría, de esperanza. La oración es amor.
Así lo ha reconocido el Papa Francisco al hacer suya la iniciativa programada por el Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización dentro del Año de la Fe. Iniciativa que contaba ya con el apoyo pleno del Papa emérito Benedicto XVI. Se trata, nada más y nada menos, que de poner a toda la Iglesia a rezar y a rezar a la vez. No habrá discursos, ni homilías, ni nada que pueda distraer la atención de lo esencial: ponerse de rodillas delante del Santísimo, mirarle con los ojos del cuerpo hasta ver los ojos de su alma, para adorarle, agradecerle, suplicarle y ofrecernos a Él con todo el corazón. Una Iglesia que reza unida, permanece unida. Una Iglesia que cree en la oración es de verdad una Iglesia. Una Iglesia que pone su confianza en el Señor, es una Iglesia que vence por muy grandes que sean los adversarios y los peligros.
No basta con eso, naturalmente. Porque si rezar es amar, el amor que le debemos a Dios no se agota en la oración. Ahí empieza, ahí tiene su fuente, su motor, su pozo siempre lleno de agua viva. Pero de ahí tiene que salir el que bebe de ese agua para llevar el amor de Dios a todos los hombres, especialmente a aquellos que llevan en su alma o en su cuerpo la huella de la Cruz de Cristo. Rezar es el principio del camino del amor y la caridad hacia el prójimo es el final del mismo. El que reza, ama, y el que de verdad ama es porque ha rezado antes y porque rezará después y durante.
Unámonos al Papa este domingo. A las 5 de la tarde hora de Roma y de España, a esa misma hora aunque sea otra muy distinta en los respectivos países, todos los católicos vamos a decirle a Dios que confiamos en él, que le queremos, que le adoramos, que le damos gracias, que le pedimos perdón, que necesitamos su ayuda, que nos ofrecemos a él y que todo eso lo queremos hacer como María. A las 5 de la tarde de este domingo, solemnidad del Corpus Christi, se nos convoca para rezar. Se nos convoca para amar.

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