viernes, 12 de noviembre de 2010

MUY BIEN GRACIAS

"Muy bien gracias!"
Por Angela Marulanda, Educadora Familiar
La respuesta automática que damos cada vez que nos saludan con el consabido "Cómo estás?" es usualmente "Muy bien gracias", así nos sintamos un tanto mal.
Lo grave es que en esta misma forma a menudo asumimos las circunstancias de nuestra vida: pretendiendo que estamos muy bien cuando en realidad estamos apenas regular. La mayoría vivimos más inconformes de lo que nos atrevemos a reconocerlo. Pero creemos que estamos bien porque no estamos del todo mal, es decir, porque ninguno de los miembros de la familia tiene una enfermedad mortal (aunque todos tienen problemas de salud), no estamos en la quiebra (pero vivimos "saltando matones"), no andamos desempleados (pero a como van las cosas pronto estaremos), ninguno de los hijos está en problemas graves (pero todos viven malgeniados e inconformes), no nos estamos divorciando (aunque quisiéramos hacerlo), y así sucesivamente.
No se trata de que andemos por la vida lamentándonos de todas nuestras dificultades. Pero sí es importante que dejemos de seguir diciéndonos que todo está bien, mientras que vivimos insatisfechos, criticando a todo el mundo y renegando contra el país, el alcalde, el tráfico, el clima, los niños, la suegra o el costo de la vida. Y con dolencias constantes porque nuestro cuerpo se resiente ante el malestar que nos invade. Así, seguimos de mal en peor, culpando a todo y a todos de nuestra inconformidad, y convencidos de que si los demás cambian, las cosas mejorarán.
Lo malo es que si los problemas no se enfrentan y se tratan, no desaparecen sino que empeoran. No somos títeres de las circunstancias, pues lo que nos hace sentirnos desdichados no es lo que ocurre fuera de nosotros sino lo que tenemos dentro. Muchos venimos de hogares "disfuncionales" (según las estadísticas más de un 90%) a dónde, además de querernos y cuidarnos, a menudo nos abusaron o rechazaron, pero como no se nos permitía expresar lo que sentíamos, aprendimos a callar y simular que todo estaba bien. Estas experiencias dejaron una herida, dormida pero viva, que con el tiempo se traduce en un resentimiento o descontento casi crónico.
José Saramago sabiamente dijo que "la vida no cambia si no nos decidimos a cambiar la vida!". Dejemos de vivir centrados en los problemas para centrarnos en las soluciones. Es más fácil echarle la culpa a los demás que mirar a ver qué pasa con nosotros, y por miedo a revisarnos para averiguar cómo estamos contribuyendo a los problemas que tenemos, sufrimos las consecuencias de no comprometernos a superarlos. Somos los arquitectos de nuestro destino, puesto que son nuestras actitudes las que nos construyen o nos destruyen, y éstas dependen de nosotros, no de las circunstancias ni tampoco de los demás!.
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