sábado, 9 de junio de 2012

Versiculo del Dia (6/9/12)



Querido hermano: Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se rodearán de maestros que les halaguen el oído; se harán sordos a la verdad y sólo escucharán las fábulas.  Pablo a Timoteo (4, 1-8)

Oración: Señor, vivimos esos tiempos...la doctrina sana no le gusta a nadie que vive de vicios, pasiones y materialismo que los seducen y alejan finalmente de Tí. Con maestros como políticos, el mismo gobierno, cantantes, y celebridades que adoctrinan a la juventud, cada día siento que los principios se van perdiendo en nuestros propios hijos que todo lo ven relativo....la verdad la tiene cada cual a su propio acomodo y conveniencia. Qué triste es ver esta realidad TAN pero TAN cerca. Jesús, ayuda a nuestros hijos y ayúdanos a nosotros a seguir firmes en nuestra fe para poder propagar que TU eres el Mesias y que sin Tí es imposible vivir.

viernes, 8 de junio de 2012

Versiculo del Dia (6/8/12)


Querido hermano:Todos los que quieran vivir como buenos cristianos, también serán perseguidos.  Pablo a Timoteo (3, 10-17)

Oración: Señor, el cristiano es perseguido como individuo y como comunidad. Algunos seguimos firmes en nuestra fe gritando a voz en cuello sin temor ni pena que Tu eres La Salvación. Danos a todos aquellos bautizados, la fuerza para no flaquear y así enfrentarnos a toda esta persecusión que se nos ha venido encima!!

El por qué del celibato sacerdotal (II).

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Continuamos desarrollando el tema del celibato sacerdotal. Siguiendo con el recorrido histórico que empezamos en el artículo del mes pasado, podemos ver cómo fue la comunidad cristiana, en el ámbito de la Iglesia latina, la que exigió a sus sacerdotes el celibato, tanto en orden a mejor imitación de la vida de Cristo como de cara a la mayor entrega al servicio de la evangelización del pueblo de Dios.
Antes de seguir adelante señalo aquí una observación que hay que tener muy en cuenta a la hora de «datar» las enseñanzas o las prácticas de la Iglesia: cuando un concilio o un Papa legislan o definen una determinada doctrina, no quiere decir que esa doctrina haya sido «introducida» en la Iglesia en ese tiempo, sino más bien que se trata de algo que ya existía, y sobre lo que sólo ahora parece necesario legislar. Demos un ejemplo más reciente: si un historiador del siglo veintiséis leyese en los libros de historia que fue Juan Pablo II en el siglo veinte quién definió solemnemente sobre la imposibilidad de la ordenación sacerdotal de mujeres, ¿podría él concluir legítimamente que la doctrina católica de la no validez de la ordenación de mujeres fue «introducida en la Iglesia» sólo en el siglo veinte? Se equivocaría si así pensase nuestro imaginario historiador, pues la decisión de Juan Pablo II no es una «innovación», sino una «explicitación» de una doctrina mantenida desde siempre, pero sobre la cual no había necesidad de legislar con anterioridad, pues era aceptada por la totalidad de los fieles. Algo similar sucede con la «legislación» sobre el celibato sacerdotal: que se haya legislado en los siglos III o IV no quiere decir que el tema era desconocido antes. Este principio se aplica a muchas definiciones dogmáticas que algunos se apresuran a ver como «innovaciones» de la Iglesia, cuando en realidad no son sino un explicitar lo que ya se venía creyendo con anterioridad (así el dogma del primado del Obispo de Roma, la Asunción de la Virgen, y tantas otras doctrinas).
Siglos IV al XII
            Si bien es probable que las Iglesias locales hayan legislado sobre esta materia con anterioridad, lo que nos ha llegado de más antiguo son las decisiones del Concilio de Elvira (entre los años 295 y 302), que fue un concilio de obispos de las tierras que hoy son España. Dicho Concilio manda que los obispos, sacerdotes y diáconos admitidos a las órdenes sean célibes, o bien dejen a sus legítimas mujeres si quieren recibir las sagradas órdenes. Esta práctica no fue reglamentada de igual modo en las Iglesias del mundo oriental (Asia Menor), que no impedían a los obispos y sacerdotes ordenados seguir en comunión con sus respectivas esposas. En occidente, por el contrario, la predicación de los grandes pastores del siglo IV y V testimonia decididamente una clara preferencia por el sacerdocio celibatario. Se pueden encontrar testimonios históricos de la existencia en occidente de sacerdotes que vivían con sus esposas, pero eran los que se encontraban «en el campo», lejos de sus obispos
            También tenemos un testimonio del año 386: el concilio romano convocado por el Papa Siricio, que prohibía a los sacerdotes continuar relaciones con sus ex-mujeres. En realidad las leyes variaban de un lugar a otro; no olvidemos las grandes distancias que había que recorrer en aquellos tiempos para comunicarse, de modo que las decisiones de una iglesia local tardaban tal vez años en llegar a oídos de las otras iglesias. No era raro que, a pesar de las indicaciones de los concilios y de la preferencia popular del pueblo por los sacerdotes célibes, algunos tomasen mujer.
            Concilios del siglo VI y VII reglamentan explícitamente que los obispos «deben» dejar a sus esposas una vez ordenados, mientras que para los sacerdotes y diáconos parecería no «exigirse» la separación.
                          
            Aún en el siglo VIII encontramos que el Papa Zacarías no quería aplicar a todas las iglesias locales las costumbres más propias de algunas, de modo que cada una podía legislar como le parecía más oportuno (respuesta al Rey Pepino). Lo que nunca se aceptó en ningún lado fue que un ordenado pudiese casarse. El casado podía ordenarse, pero el ordenado no podía casarse.
Del siglo XII hasta hoy
            En el año 1123, con el primer concilio Laterano, se reglamentó que el candidato a las órdenes debe abstenerse de mujer, y que el matrimonio de una persona ordenada era inválido, de modo que todo trato con mujer una vez recibida la ordenación pasaba a ser simple concubinato. En este espíritu reglamentarían todos los Concilios posteriores. Es claro que la ley no se puso en práctica inmediatamente en todos lados, pero poco a poco fue cobrando fuerza de costumbre en todas las Iglesias de occidente.
            En nuestros días, esta doctrina encuentra muchos adversarios, pero como vimos, no es nada nuevo. La Iglesia no define el celibato como una necesidad absoluta, pero lo ve como el mejor medio para que el siervo de Dios y de su pueblo pueda actuar «sin divisiones».
            Finalmente digamos que en este tema hay que saber hablar con exactitud, ya que el mal uso de las palabras entorpece el diálogo y no ayuda a ver la realidad de las cosas. Se oye con frecuencia expresiones de este tipo: «La Iglesia impone a los sacerdotes el celibato», o bien en forma interrogativa: «Porqué los sacerdotes no se pueden casar?». Si bien se entiende que el celibato es una reglamentación eclesiástica, una «ley» de la Iglesia, sin embargo no me parece que sea del todo correcto hablar de «imponer» el celibato, o de «obligar» al mismo. En la Iglesia católica nadie está obligado a ser célibe, porque nadie está obligado a ser sacerdote.
            Por los motivos ya enunciados en el Nuevo Testamento y que hemos sugerido más arriba y por muchos otros motivos de mucho peso, a la Iglesia de Cristo de los últimos mil años le ha parecido bien considerar la vocación al sacerdocio y la vocación al celibato como una única vocación.
Llamada y no derecho
            El punto principal aquí es en realidad el siguiente: la vocación sacerdotal es un llamado gratuito de Dios para su Iglesia, y no un derecho personal del candidato. No sucede con el sacerdocio lo que sucede con otras profesiones humanas, a las cuales «tengo derecho»: la Iglesia, al unir «sacerdocio» con «celibato» no está «imponiendo nada a nadie», porque nadie tiene que ser sacerdote; más bien hay que decir que al obrar así está ejerciendo un «derecho» dado por Dios mismo a su Iglesia de determinar ciertos aspectos disciplinares del oficio sacerdotal. De hecho es precisamente la Iglesia la que ordena sacerdotes para destinarlos al servicio divino.
            En la Iglesia hay cientos de maneras de servir al pueblo de Dios, y si alguien cree que es llamado a ocupar un lugar activo en la Iglesia -¡y en verdad todos lo están!-, pero a la vez cree que no está llamado al celibato, sepa que puede ocupar ese lugar según el don que Dios le dio, sujetándose al parecer de la Iglesia, y no debe buscar a toda costa «ser sacerdote».

jueves, 7 de junio de 2012

Versiculo del Dia (6/7/12)


Querido hermano: “Si morimos con él, viviremos con él; si nos mantenemos firmes, reinaremos con él." Pablo a
Timoteo (2, 8-15)

Oración: Señor, Tu estás conmigo y me lo prometiste. Yo debo luchar por Tí, vivir por Tí, ser ejemplo, y luchar para ayudar a esta sociedad que cada día te ha olvidado! Debo ser firme en mi fe! No me explico como se puede vivir sin Tí!! No entiendo como algunos a veces te siguen y al mismo tiempo hacen cosas absurdas que solo perjudican sus vidas y sus familias!! Ayúdalos Jesús . Abreles los ojos y el corazón para que puedan tener fe, fe firme!!

miércoles, 6 de junio de 2012

Versiculo Del Dia (6/6/12)



Hermanos: Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: "¡Abba!" (Padre).
Romanos 8,14-17


Oración: Señor, seguirte libera, no esclaviza como algunos dicen. El pecado esclaviza, quita la paz y llena el corazón de un temor horrible. Hoy es difícil para algunos VER que están cometiendo pecado pues la sociedad los hace creer que NADA es pecado. Cuán equivocado están!!! Aunque han cambiado los tiempos, el pecado es el mismo, los principios son los mismos, y la VERDAD es la misma, no mi verdad sino LA Verdad! La única opción es seguirte para encontrar paz, verdadera PAZ!

El por qué del celibato sacerdotal (1)

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Cada vez se alzan más voces, dentro y fuera de la Iglesia, en contra del celibato del clero. Tal parece que no hubiera motivo alguno y que sólo una voluntad malvada lo siguiera exigiendo a los aspirantes al sacerdocio. En este artículo, y en los que le seguirán los próximos meses, damos razones prácticas del por qué del celibato sacerdotal que, sin ser las más importantes, sí pueden ser entendidas fácilmente por todos.
Uno de los asuntos de los cuales más se habla en algunos ambientes eclesiásticos (y no eclesiásticos), y hacia el cual más de una denominación cristiana orienta sus críticas, es la disciplina actual de la Iglesia Católica, según la cual, quien se acerca a las Sagradas Ordenes (sacerdocio) debe profesar votos de castidad perpetua (celibato).
            Digamos desde un primer momento que se trata de una disciplina eclesiástica sujeta a cambio, que de hecho cambió y puede, teóricamente, seguir cambiando. No se trata de un dogma de fe. La Iglesia Ortodoxa, que ordena sacerdotes «válidamente» según el juicio de la Iglesia Católica, admite casados al sacerdocio. Es más, la misma Iglesia Católica en los países donde predomina el rito Bizantino (por ejemplo en Ucrania) ordena sacerdotes a hombres casados, los cuales continúan viviendo vida matrimonial después de la ordenación.
            Pero al mismo tiempo la Iglesia cree que el celibato sacerdotal es un don de Dios, y que hoy por hoy sería un error cambiar la legislación actual. Y la bimilenana Iglesia tiene sus buenos motivos.
            Dejamos de lado las muchas razones de orden teológico y pastoral que evidencian la oportunidad de esta disciplina (y que son en verdad cuantiosas y de no poca monta), y vemos solamente el proceso histórico de esta decisión. Quien quiera profundizar sobre los motivos de orden teológico que han llevado a la Iglesia por el camino del celibato sacerdotal, puede leer con provecho la magistral encíclica de Pablo VI «Sacerdotalis Caelibatus».
Nuevo Testamento
            Para entender el motivo último de esta práctica eclesiástica y valorar los alcances profundos de la misma hay que leer y meditar Mateo 19:10-12 y, sobretodo, el capítulo 7 de la primera carta de San Pablo a los Corintios. Estos textos dan «el espíritu» que late tras la legislación del celibato sacerdotal. Leyendo estos pasajes, el fiel entiende que se trata de una vocación de Dios, en vistas al Reino de Dios, y que sólo sin razonar puede alguien rápidamente afirmar que «es un invento de los curas»; en efecto, más allá de la disciplina eclesiástica, que puede cambiar y de hecho fue cambiando con el paso del tiempo, sin embargo quedarán siempre en pié aquellas claras palabras del apóstol: «el célibe se ocupa de los asuntos del Señor..., mientras que el casado de los asuntos del mundo.., y está dividido» (1 Cor 7). Si perdemos de vista estos textos bíblicos, perdemos de vista el centro de la cuestión.
            En la evolución histórica de la legislación celibataria pueden distinguirse tres momentos principales: De los comienzos al siglo IV; Del siglo IV al XII; Del siglo XII a nuestros días.
           
            La comunidad apostólica y los tres primeros siglos de la Iglesia.
            Hay algunos textos ya en los escritos del Nuevo Testamento que nos ilustran sobre la situación de la Iglesia primitiva en esta materia. San Pablo pide que los obispos y diáconos sean «casados una sola vez», o «maridos de una sola mujer» (1 Tim 3:2.12; Tito 1:6). Esto, en un primer momento, como se apresuran a hacérnoslo saber algunos hermanos evangélicos, parecería excluir la idea de un sacerdote u obispo «célibe». Ahora bien, no debemos olvidar que el mismo Pablo nos hablaba de la conveniencia de «no estar divididos» (es decir, no estar casados), y agregaba que él quisiera que «todos fuesen como él» (1 Cor 7:7-8), dejando claro que él mismo no tenía mujer, y que prefería -ciertamente no imponía- que el servidor de Dios tampoco la tuviese (incluye también la virginidad femenina, como camino ideal de quien quiera servir a Dios con corazón indiviso). Es decir, lo que San Pablo pedía con «que sean de una sola mujer» no era que necesariamente se casaran y tuvieran al menos una mujer, lo cual sería exactamente lo contrario de todo lo que el mismo Pablo escribió en 1 Cor 7 - sino que no sean personas que lleven una vida disoluta, con varias mujeres, o que se hayan casado más de una vez. Se trata de una orden que señala un límite (no más de una mujer), y no una obligación (al menos una mujer).
            Es por otro lado obvio que en el comienzo de la predicación cristiana, cuando el celibato no era un estado admitido en la sociedad, los Apóstoles no esperasen encontrar hombres célibes en número suficiente para regir las numerosas comunidades cristianas que iban surgiendo, pues simplemente no los había, y no se podía pensar que el deseo de Pablo de que el servidor sea célibe fuese inmediatamente aceptado y practicado en toda la Iglesia. No había entonces seminarios: había que fundar las comunidades cristianas con la predicación, y para ello se escogía a los hombres más capacitados en ese momento. Por ello Pablo exige al menos lo indispensable, a saber, que no sean libertinos, o que no hayan tenido ya varias mujeres. Incluso es de admirarse que, en ese ambiente naturalmente contrario a la abstención sexual, Pablo haya tenido la claridad y el valor de predicar que «es mejor no casarse». Sus palabras son sin duda de un gran calibre profético.
            Lo mismo cabe decir de los textos donde Pablo señala que «si el obispo no es capaz de ordenar su propia casa, cómo será capaz de ordenar la iglesia». No está diciendo que los candidatos deben ser necesariamente casados, y que un célibe no puede ejercer ese cargo, sino que el candidato, que debía ser una persona de cierta edad y experiencia, y por lo tanto bien casado, debía dar muestras de buen gobierno de su propia familia antes de querer gobernar a la Iglesia de Dios.
            Esta fue la práctica de la Iglesia durante los primeros siglos, admitía los candidatos casados a las órdenes sagradas, siempre y cuando diesen testimonio de un matrimonio vivido de manera irreprensible; al mismo tiempo, y siguiendo las enseñanzas de Jesús y de Pablo, siempre fue estimado por todas las iglesias el don del celibato por el Reino de los Cielos, y es lógico pensar que muchos comenzaban ya a vivir ese estado de vida tan particular. En otras palabras, había ministros casados y ministros célibes, aunque no podemos determinar la cantidad y la proporción con respecto a los casados, o los oficios que se reservaban a unos u a otros, etc. Además, las costumbres de las distintas iglesias locales eran diversas en este sentido, aunque los principios que enunciamos eran respetados en todos lados.
            Recordemos que a la hora de acudir a los documentos escritos, no es mucho lo que de aquella lejana historia podemos asegurar con ciencia cierta en el campo que vamos tratando. Algunos estudiosos, por ejemplo, se inclinan a pensar que, si bien no era obligatorio, la mayoría de las iglesias locales, tal vez celosas de las palabras del Apóstol, guardaban la costumbre de admitir a las órdenes sagradas preferiblemente a los célibes.

martes, 5 de junio de 2012

Versiculo del dia (6/5/12)


Jesús dijo“Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Marcos (12, 13-17)

Oración: Señor, hoy te pido que el César se quede en sus asuntos y no se meta en los asuntos Tuyos. Me parece justo, no?

¡Pobre Papa!




No es una buena noticia que el presidente del Banco del Vaticano, el IOR, haya sido destituido por "incumplimiento de funciones", según el comunicado oficial, mientras es investigado por blanqueo de capitales. Tampoco es una buena noticia que hace unos días sucediera lo mismo con un arzobispo siciliano, que era también investigado por delitos económicos. Son muy malas noticias, que salpican una vez más el rostro de la Iglesia.
Pero dentro de esto, sí hay algo bueno: la decisión del Papa de limpiar la basura que, por desgracia, se esconde debajo de los bellos muebles y las hermosas alfombras que adornan la casa del Señor. Lo hizo con la pederastia y lo está haciendo ahora con la economía. Poco antes de ser elegido vicario de Cristo, en el Coliseo de Roma se rezaba el Vía Crucis escrito por él, en una de cuyas estaciones, la novena, se hacía alusión a esta basura: "¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él!". Y después, en la primera homilía tras acceder al Pontificado, dijo aquella frase misteriosa que ahora se entiende: "Sé para lo que me habéis elegido". Efectivamente, sus colegas en el cardenalato le eligieron para eso, para limpiar la casa de Dios. Y él lo está haciendo, con paciencia, con humildad, con perseverancia y con un inmenso dolor.
Yo, ayer, al saber la noticia de la destitución del presidente del IOR, lo primero que pensé fue "¡pobre Papa!". Sí, una vez más, el Papa está sufriendo. Y por un tema que, no hay que olvidarlo, llevó a la muerte a un predecesor suyo, Juan Pablo I. ¡Pobre Papa!. Recemos por la Iglesia y por él. Recemos para que la tolerancia cero que se ha decidido a aplicar cueste lo que cueste se lleve a cabo por el bien de la Iglesia.

lunes, 4 de junio de 2012

Versiculo del Dia (6/4/12)



 Jesús les dijo: "Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo". Mateo 28, 16-20 


Oración: Señor,  Tu lo único que me prometistes es que estarías conmigo hasta el final de los tiempos. No me prometistes éxito, ni salud, ni dinero, ni poder.Tu siempre estás conmigo aunque yo me distraigo y me alejo de Tí. 
Contigo, tengo coraje para afrontar lo que venga. Tu cercanía me proteje de ese sentido de abandono y vacío que siento cuando me alejo de Tí. 
Soy afortunado de que me prometiste esto. Gracias!

   

domingo, 3 de junio de 2012

Trinidad: Unidad, pluralidad y siempre caridad


3 de junio de 2012

Acercándose a ellos, Jesús les dijo: Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. (Mt 28,17-20)


El dogma de la Santísima Trinidad nos enseña una verdad que conocemos porque nos ha sido revelada por Jesús, pues sin su ayuda jamás habríamos podido acceder a ella. Nos habla de la intimidad de Dios: Hay una sola naturaleza divina, un solo Dios, pero existen tres personas distintas -Padre, Hijo y Espíritu- iguales en dignidad y que participan de esa única naturaleza.
Además, el dogma de la Trinidad nos recuerda cómo es la vida que se lleva en el Cielo. Las tres divinas personas son una, en el sentido de que participan de la común naturaleza. A la vez, son diferentes, pues cada es ella misma, persona distinta a las otras dos. Es un misterio, ciertamente, pero un misterio enriquecedor porque nos enseña cómo tenemos que intentar vivir en la tierra: respetando las diferencias que existen en los demás –las que no son nocivas, por supuesto- y a la vez buscando la unidad, buscando la caridad y el amor recíproco.
Por lo tanto, a imitación de la Santísima Trinidad, déjale al otro que sea él mismo, no intentes que sea una copia tuya. Respétale en aquello que tiene legítimo derecho a ser o a hacer, aunque no sea lo que tú harías, porque él no tiene por qué ser como tú, pensar como tú o vivir como tú. Además, el hecho de que sea diferente a ti es bueno para ti, pues te enriquece, te complementa. Sin embargo, este respeto a las legítimas diferencias hay que compensarlo con una búsqueda intensa y sincera de la unidad.

Propósito: Cuando tengamos la tentación de criticar a alguien, pensar si estamos pretendiendo que deje de ser él mismo. Respetar al otro en sus legítimos derechos. Buscar la unidad.

Padre Santiago Martín